miércoles, 9 de marzo de 2011

De nuevo, el miedo como discurso.

Miedo, del latín metus. Según la RAE tiene dos acepciones. La primera sería la perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. A partir del 11-S ha sido el discurso más fructífero que el neo-liberalísmo ha esgrimido para justificar su recorte de libertades. Recordad el mero hecho de los aeropuertos: desde los escáneres que te dejan en pelota picada, hasta el registro y retención arbitraria de viajeros en función de su raza, etnia, procedencia o aspecto. Tate... ese con esos pelos y esa perilla de chivo es terrorista kurdo seguro... Y automaticamente te detienen, te investigan, te registran... Nos han vendido el discurso de la seguridad antiterrorista para promover políticas excluyentes y elitistas, y para mantener a la ciudadanía acucharada, vigilada y sometida al metus como perturbación angustiosa del ánimo, por un riesgo imaginario, no real. 

  Y es que de vez en cuando conviene que los falsimedia nos refresquen esa sensación angustiosa. Que nos recuerden que es más que probable que un Boeing 747 nos caiga en la gaita y nos tuerza el día, o que el típico renault 19 reviente a nuestro paso hacia la panadería y nos atragante el zurito mañanero. Y si no, revisemos los titulares con los que han abierto los informativos durante esta última semana:

  1. Un nuevo video sobre los atentados del 11-S, esta vez grabado desde un helicoptero, para que el olor a humo casi lo intuyamos. 
  2. Noticias sobre atentados de ETA. Que si no se quién se cargó a Puelles, que si no se cual es extraditado...
  3. Que si Patxilo estuvo en el punto de mira (si si, Patxilo, el Lehendakari etereo).
  4. Hoy mismo, que si "el pistolas" intentó disparar tres cohetes contra Aznar. (¿Por qué coño le llaman el pistolas entonces?)
Es indispensable para el sistema fomentar el discurso del miedo, por que sólo desde éste sentido primario se pueden articular políticas tan descabelladas como las que se han ido desarrollando en los últimos diez años. Y ahora, que con la crisis hemos conseguido que los que llamábamos ladrones a los bancos no seamos directamente tachados como "exaltados portadores de discursos decimonónicos" (literalmente le dijo esto Alicia Sánchez-Camácho al candidato de ICV), pues tienen que refrescar lo angustioso de nuestra miserable vida, que como decía antes, pende de un delgado hilo en manos de soviéticos, etarras, kurdos, talibanes o castristas, según la época y contexto, que pueden acabar con nosotros de un plumazo (o avionzazo, bombazo, inmolanazo,... nuevos conceptos).

Y es a lo que vamos, porque sospecho que esta campaña de los últimos días está más propiciada por la segunda acepción de la RAE: recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. La clase dominante (grandes banqueros, manipuladores de mercados financieros, y capitalistas deshonestos -los hay honestos, pocos pero los hay-) están empezando a ver que la gente tiene cierto hartazgo que se está convirtiendo poco a poco en indignación. Además, los últimos acontecimientos en el mundo árabe, donde la población se está quitando de encima a dictadores impuestos por los poderes dominantes (parece que Gadafi es el mal absoluto, pero cabe recordar que jerifaltes como el de Túnez, Egipto o Barhein fueron impuestos por occidente tras la caída del panarabismo de Nasser), está refrescando a la población occidental que el cambio es posible, que se puede hacer. ¿No será esta campaña de aterrorización del personal el último recurso de un sistema que siente recelo de que suceda algo contrario a lo que desea? Yo si fuera uno de esos personajes que manejan el capitalismo, ahora mismo estaría acojonado.

Más sobre política del miedo:

Chomsky, Noam: La Propaganda y la opinión pública (Barcelona, Crítica, 2002)


Klein, Naomi: La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre. Editado por Paidós en 2007
 

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