jueves, 29 de diciembre de 2011

¿Qué más podemos temer?


En un artículo escrito en marzo de este año hablaba sobre el papel que el miedo tiene en este nuestro sistema capitalista. Por aquel entonces, el discurso del miedo venía de la mano de la posibilidad de que un zumbado nos pegase un tiro por la calle, o de que un avión nos cayese del cielo mientras depositamos nuestros excrementos en el wáter.

                Claro que, digo yo que los poderosos habrán visto lo bien que funcionó en su momento este discurso para, en nombre de la seguridad, coartar la libertad individual, que ahora lo están usando para enriquecerse sin que nadie diga esta boca es mía.

                Sí, claro que me refiero a la crisis, esa crisis creada a base de invertir capital en la especulación en vez de en la producción: cientos de bancos, fondos de inversión y, lo que es más sangrante, cajas de ahorros (esas entidades que se suponían casi sin ánimo de lucro y dedicadas a la obra social) que han invertido miles de millones de euros en “esperar a que X fondo, suelo o letra suba” porque sí, en vez de invertirlo en producción y trabajo, que como dijo Carlitos, es lo que genera riqueza.
                
Ahora vayamos a repasar algunos titulares económicos de las últimas horas:
  • ·         Valeriano Gómez cree que no es momento de nuevas reformas laborales
  • ·         La banca mundial prevé una caída superior al 2% en el PIB de España en 2012
  • ·         El Ibex sin rumbo definido, espera a la subasta italiana
  • ·         El comercio minorista cayó un 7,2% en el mes de noviembre

Ante esta constante lluvia de malas noticias económicas, nuestros queridos políticos neoliberales liderados por el pacto de los conservadores y la antigua socialdemocracia europea, acatan el ataque del capital contra los rescoldos del difunto Estado de Bienestar. En el Estado español, bajo gobierno de unos “socialdemócratas” como el PSOE, se ha alargado la edad de jubilación, se ha abaratado el despido… y ya con el novísimo gobierno del PP, se ha congelado la Renta Mínima y se ha suprimido la subvención para la emancipación.
                
  Y, ¿la ciudadanía qué? Pues calladitos, no vaya a ser que se nos acabe el chollazo de currar una vez cada tres meses. Detrás de esto está el famoso miedo: es mejor trabajar en negro, por la mitad del salario y sin cotizar que no trabajar, y esto es lo que nos está llevando a perder los que nuestras madres y padres conquistaron con sangre. El miedo a apostar por lo que es nuestro, el miedo a protestar no vaya a ser que me echen, el miedo a exigir un contrato no vaya a ser que cojan a otro, el miedo a ir contra los bancos que han robado los famosos fondos preferentes, el miedo a salir a la calle y hacer algo más que agitar las manos… Y cuando no nos quede nada a lo que temer, si eso, ya hablaremos.

Milton Friedman aprendió lo importante que era aprovechar una crisis* o estado de shock a gran escala durante la década de los setenta, cuando fue asesor del dictador general Augusto Pinochet. Los ciudadanos chilenos no sólo estaban conmocionados después del violento golpe de Estado de Pinochet, sino que el país también vivía traumatizado por un proceso de hiperinflación muy agudo. Friedman le aconsejó a Pinochet que impusiera un paquete de medidas rápidas para la transformación económica del país: reducciones de impuestos, libre mercado, privatización de los servicios, recortes en el gasto social y una liberalización y desregulación generales. Poco a poco, los chilenos vieron cómo sus escuelas públicas desaparecían para ser remplazadas por escuelas financiadas mediante el sistema de cheques escolares. Se trataba de la transformación capitalista más extrema que jamás se había llevado a cabo en ningún lugar, y pronto fue conocida como la revolución de la Escuela de Chicago, pues diversos integrantes del equipo económico de Pinochet habían estudiado con Friedman en la Universidad de Chicago. Friedman predijo que la velocidad, la inmediatez y el alcance de los cambios económicos provocarían una serie de reacciones psicológicas en la gente que «facilitarían el proceso de ajuste».14 Acuñó una fórmula para esta dolorosa táctica: el «tratamiento de choque» económico. Desde hace varias décadas, siempre que los gobiernos han impuesto programas de libre mercado de amplio alcance han optado por el tratamiento de choque que incluía todas las medidas de golpe, también conocido como «terapia de shock». (Naomi Klein)