Reflexión sobre la clase del martes 22 de febrero del Máster de Participación Ciudadana y desarrollo comunitario, impartida en Leioa por el profesor Igor Ahedo.
¿Por qué se quemaba a las brujas? Nos preguntamos por qué el número de asesinatos por motivos de género-sexo (la llamada violencia de género) lejos de descrecer va en aumento. Nadie se para a pensar cuales son los ideales de las sociedades capitalistas de hoy en día, y de dónde vienen los ideales de las sociedades occidentales. La cosa es que Igor no hizo (entre otras cosas más vinculadas a la participación) una pequeña retrospectiva sobre el patriarcado en las civilizaciones occidentales.
En la antigüedad, a pesar de que la imagen del hombre arrastrando de los pelos a la mujer está muy extendida, existieron verdaderas civilizaciones en las que su característica principal fue la profunda igualdad que las regía. Destaca la sociedad cretense minoíca, civilización que está empezando a ser vinculada con la mítica Atlántida, y dónde las últimas excavaciones está sacando a la luz un sinfín de datos que muestran el papel central de la mujer en la sociedad, y la devoción del resto de los cretenses por las mujeres, casi divinizadas. Los frescos cretenses muestran a mujeres desarrollando labores junto a los hombres, sin distinción de género, en una cultura profundamente pacifísta.
Desgraciadamente, una serie de desastres naturales golpearon la isla, y la dejaron lista para la invasión posterior de los griegos y su cultura profundamente patriarcalista. Curiosamente, siempre se tiende a hablar de Grecia como las raíces de las que surge la cultura occidental; si reparamos en su mitología, vemos como desde el principio se impone una lógica de hombre-bueno y mujer-malo. Véase la historia de la creación según Grecia:
En el principio surgen del Caos tres entes: Urano, el cielo; Gea, la tierra; Tártaro, los submundos. Claro, resulta que Urano se pasaba el día cubriendo a Gea, y además no dejaba que los hijos de ambos alumbrasen, por miedo a perder el poder. Gea traza un plan maquiavélico, y le da una hoz de adamantio a Cronos (uno de sus hijos) y este castra a Urano. Como vemos, ya desde los inicios es la mujer la maquiavélica y malvada.
Roma prácticamente hereda la mitología griega patriarcalista, y de su expansión el mundo occidental. Si bien, llegamos hasta la edad media, cuando el patriarcalismo ataca la última escena de privacidad y supremacía femenina, la correspondiente a la naturaleza y el parto. La Inquisición quemó a cientos de mujeres acusadas de brujería. Es cierto que en el imaginario colectivo las brujas son mujeres que fornican con el diablo (en forma de carnero o cabra negra, símbolo de la fertilidad en las culturas primigenias), se comen a los niños y urden planes horribles para llevar la destrucción a las aldeas, en realidad a las mujeres que se quemaron y mataron en la hoguera no eran más que curanderas y comadronas: mujeres que curaban gracias a su conocimiento de la naturaleza, y que socorrían a otras mujeres a la hora de dar a luz. Simplemente obsérvese la etimología de la palabra bruja en euskara, SORGIN, compuesta por la raíz verbal sor (nacer, crear) y el sufijo gin, por lo que la palabra viene a decir el-la que crea o nace.
Finalmente es en el siglo XIX, con las revoluciones liberales, cuando se inicia el ciclo de la cultura capitalista, que separa al individuo de la comunidad y a la razón de la emoción. Si enumeramos las características principales de la cultura capitalista que nos rodea, encontraremos conceptos como ser humano, hombre, razón, cerebro, individuo, ciencia... Y ahora, tan sólo debemos pensar qué es lo que hay al otro lado, qué es lo que el capitalismo (como última forma de cultura occidental) ha desterrado del imaginario colectivo: a separado al ser humano de la naturaleza (cambio climático), al hombre frente a la mujer (patriarcalismo), a la razón sobre la emoción, al cerebro sobre el cuerpo, al individuo sobre el colectivo, y a la ciencia (lo creado) sobre el creador (¿quienes crean, sino las mujeres?)
Así descubrimos el motivo que hoy en día hace que miremos con cierta resignación la violencia de género. No se puede hacer más contra esto con el sistema actual. Solamente endurecer las penas, poner bonitas palabras en los libros de texto, y poco más. Programas en televisión como "Hombres, mujeres y viceversa", "Mujeres ricas" o "Princesas de barrio" nos dan una idea de qué corriente reina en nuestra sociedad. Sólo acabar con el sistema capitalista desde abajo podría traer la igualdad de verdad, y una sociedad basada en naturaleza, mujer, emoción, cuerpo, colectivo y creadora, capaz de convivir con el mundo que le rodea y respetarse así misma. Hasta entonces, seguiremos hablando de trivialidades.